Cualquier idea, a priori, es igual de buena o mala para crear un proyecto, tanto empresarial, como profesional. Por mi experiencia y la de otros que conozco de cerca, los conocimientos y la preparación académica influyen poco, o menos de lo que cabría esperar. Para muchos, esto puede ser un shock y pueden estar en total desacuerdo, pero si lo piensas, cuando te topas con alguna dificultad que requiera de conocimientos que no posees (esos momentos llegan ya que es imposible saberlo todo), en un momento dado, puedes adquirirlos o contratar (o sub-contratar) a quién los tenga.
La diferencia, lo que realmente hace que una idea funcione es el compromiso con el resultado ansiado y lo que disfrutes mientras lo desarrollas. Lo que inclinará la balanza será lo enamorado que estés del concepto detrás del proyecto, lo que te proporcione energía y pasión para hacerlo realidad.
Desarrollar completamente una idea, implica, en la mayoría de los casos un proceso que suele parecerse a: investigar, diseñar, planificar, poner en marcha iniciativas, equivocarse, buscar alternativas, rediseñar, volver a probar y equivocarse, descubrir y adquirir nuevos conocimientos, volver a probar…
Durante este proceso, siempre más largo y difícil de lo que se esperaba al principio del camino, sólo una emoción primaria e irracional como el amor (o pasión), hará que sigas intentándolo, que sigas probando, buscando formas de que eso que amas llegue a funcionar. Necesitarás contagiar un poco de esa pasión e ilusión a tus colaboradores cuando la cosa pinte mal, y necesitarás una pequeña mecha que puedan encender ellos cuando tú ya no quieras seguir con esa locura. Es lo que hace que cualquier mínimo logro te rellene el depósito de ilusión hasta los topes.
Pero sobre todo… esa es la emoción que hace que cuando estás a punto de dejarlo, pienses en esa idea que ves tan claramente en tu cabeza, y que de forma totalmente ilógica consiga que no lo dejes, que no puedas abandonarlo. Justo una semana después, todo empieza a acelerarse y a funcionar y piensas… “cómo podría abandonar, ¡que tontería…!“
Por todo esto, piénsalo muy bien, porque si no estás enamorado de tu idea de negocio, del trabajo que tendrás que realizar durante más horas y meses de los que contabas en un principio… ni empieces, sigue buscando otra idea, hasta que encuentres una que ames de verdad y por la que estés dispuesto a luchar.
Porque “todo lo que necesitas… es amor” 😉